En el siglo XIX existían
dos versiones distintas en
Alemania recolectadas por Jacob Grimm y su hermano Wilhem Grimm, la primera de
Jeanette Hassenpflug (1791-1860) y la segunda de
Marie Hassenplflug (1788-1856). Los hermanos eligieron la primera versión como cuerpo principal de la historia y la segunda como secuela. La historia de Rotkappchen fue incluida en la primera edición de su colección de cuentos, ‘Kinder und Hausmarchen’ (Cuentos para niños, 1812).
Esta versión mostraba a la niña y a su abuela salvadas por un cazador que buscaba la piel del lobo. La segunda parte muestra a la niña y abuela matando a otro lobo, esta vez anticipándose a sus movimientos gracias a su experiencia anterior.
Los hermanos Grimm revisaron esta historia en ediciones posteriores y llegaron al final recién mencionado en la edición de sus obras de 1857. Es notablemente más suave que las versiones anteriores, que incluían temas mucho más oscuros. Los estudiosos y audiencias modernas la consideran una versión suavizada de la historia antigua.
Los hermanos Grimm y los hombres lobosEn comparación con el cuento francés, la versión de los Grimm es menos satírica y más ingenua, y está dirigida sólo a los niños con un fin didáctico. Este cambio en el foco autoriza la restauración del final feliz. Ciertamente, la historia de la evolución del cuento desde un relato siniestro para distintas audiencias a un cuento admonitorio dirigido principalmente a los niños refleja el desarrollo de un aclaro sentido de distinción entre los niños y los adultos.
Después de los GrimmVarios autores han reescrito o adaptado este cuento.
Andrew Lang reescribió la historia bajo el título ‘La verdadera historia de la pequeña Caperucita dorada’ e ‘El libro de las hadas rojas’, donde decía explícitamente que la verdadera historia había sido mal contada. La niña se salva, pero no gracias al cazador; cuando el lobo intenta comérsela, su boca se quema con la capa dorada que llevaba porque estaba encantada.
Bruno Bettelheim, en ‘Los usos de los encantos’, recuenta el motivo de Caperucita Roja en términos del análisis freudiano, diciendo que los cuentos de hadas educan, apoyan y liberan las emociones de los niños.
En el siglo XX la popularidad del cuento se expandió muchísimo, dando lugar a la producción de nuevas versiones y a críticas freudianas, deconstruccionistas y feministas.
Fuentes.